IMÁGENES El drakkar ardía con furia. La batalla estaba perdida y el camino hacia Valhalla parecía abierto. El viking observó largamente la lanza que atravesaba su hombro, miró a su contrincante, alzó el hacha de dos filos y se lanzó sobre su enemigo. El chasquido seco del cráneo hundiéndose cubrió por un instante el crepitar de las llamas.
Una neblina rojiza cubrió su rostro y el viking cayó de rodillas. Lentamente se quitó el casco, lo depositó sobre la cubierta ardiente y una sonrisa diabólica se dibujó en su rostro. Su clan se extinguía con él y la gloria de morir en batalla convertía su último aliento en el mejor de su vida.
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